martes, 26 de abril de 2016

RECUERDOS DE DON ANTONIO MAGARIÑOS GARCIA

... Por GABALDÓN (Angel Ruiz Gabaldón)

A raiz de nuestro pasado encuentro con Gabaldón en la Iglesia del Espíritu Santo con motivo de la misa en memoria de don Antonio, se comprometió a escribir algunos recuerdos. Aqui teneis una muestra











Angel Gabaldón, quien fuera tras el bachillerato el ayudante personal de don Antonio durante tres años, en sus notas manuscritas nos revela un cariño imperecedero hacia él.

Comenta como don Antonio estaba siempre más pendiente de los niños más desfavorecidos y en su caso, que se reconoce entre ellos, al no poder pagar la inscripción en la excursión de fin de curso a Cuenca, estando en tercero de bachillerato, don Antonio sufragó de alguna manera su viaje.

Tras manifestar en diversas ocasiones el cariño a su preceptor, Gabaldón cierra sus notas con la siguiente frase aprendida de él:

HAZ TODO EL BIEN QUE PUEDAS; NO ACEPTES RECOMPENSAS...DIOS TE DARÁ TU RECOMPENSA.











miércoles, 20 de abril de 2016

TEXTO LEIDO EN EL HOMENAJE A DON ANTONIO

... Por JOAQUÍN DE LA INFIESTA

Nuestro compañero de la promoción de 1.961, Joaquín de la Infiesta leyó este texto en la Misa del Espíritu Santo del pasado día 4 en homenaje a Don Antonio. Le agradecemos que nos haya hecho partícipes de su escrito y nos permita publicarlo para mayor honra y memoria de don Antonio Magariños, nuestro sembrador, y reconocimiento de sus frutos.


Salió el sembrador a sembrar su semilla. Exiit, qui seminat, seminare semen suum. ἐξῆλθεν ὁ σπείρων τοῦ σπεῖραι τὸν σπόρον αὐτοῦ.


Así, en latín y griego, hacia1931, salió D. Antonio a sembrar su semilla, a los 24 años, en la cátedra de D. Miguel de Unamuno.

Para nosotros el sembrador salió a sembrar su semilla unos años más tarde, exactamente en Octubre de 1939, cuando vino trasladado a Madrid, para hacerse cargo enseguida de la Jefatura de Estudios del nuevo Instituto, nacido sobre las ruinas del Instituto Escuela. Le quedaban poco más de 26 años de vida y todavía tenía miles de semillas por sembrar.

No había que perder ni un minuto. Por eso D. Antonio salía muy temprano todos los días de su vida a sembrar su semilla.

El milagro que hoy recordamos, del que hemos sido testigos y por el que hoy estamos aquí reunidos, es que todas las semillas que D. Antonio fue esparciendo en su relativamente corta vida (59 años) han dado frutos. Las que picotearon las aves del cielo fueron las que volaron con nuestro sueños y esperanzas de juventud, casi todos irrealizables e irrealizados, pero que llenan de recuerdos nuestros años en el Ramiro. Las que cayeron en la tierra seca y árida del campo de fútbol dieron lugar a formaciones patrióticas o persecuciones inauditas de un balón furtivo, que casi nunca era el nuestro: vivencias que siempre recordaremos con una sonrisa de nostalgia. Las que se quedaron en el duro asfalto de las canchas de baloncesto fueron las que nos enardecieron de entusiasmo anotador y también nos enseñaron los primeros insultos. Las que terminaron en la tierra buena de nuestro corazón  fueron las que han sustentado nuestra vida, las que hoy nos han traído aquí. Sin olvidar, desde luego, a su propia numerosa familia, plagada de educadores y profesores, que han dejado su buena semilla en tantas ciudades de España.

Todo esto es lo que fue sembrando D. Antonio, con un pito, un reloj, un megáfono y muchísima vocación docente, además de mucho sentido común, como únicas herramientas. Disciplina, constancia, cumplimiento del deber, sinceridad, trabajo en equipo, respeto al contrario.

Por los frutos los conoceréis. Sus obras son sus testigos: el día a día del cuidado de su familia, de sus más de 1500 alumnos del diurno, el nocturno, el internado, el Estudiantes, y tantas otras.

Probablemente para los miles de alumnos que han pasado por las aulas del Ramiro después de nosotros, y que no conocieron a D. Antonio, Magariños no sea más que el nombre de un polideportivo o del café o el centro médico que se alojan en él. Sin embargo para nosotros debe ser, no ya una leyenda, sino sobre todo una persona que dio su vida por nosotros para enseñarnos a mejor conducir la nuestra.


En este espíritu hoy nos reunimos en esta Iglesia del Espíritu Santo, la del Consejo, la del Ramiro, la de D. Antonio, la nuestra. Y lo hacemos en un acto, que a él le hubiera llegado al alma, y en el que todos, cada uno desde sus creencias y desde su experiencia de vida, vamos a recordar a D. Antonio, en el 50º aniversario de su fallecimiento tal día como hoy, y con él a todos los profesores que nos acompañaron, nos aguantaron nos enseñaron y nos quisieron en ese periodo tan importante de nuestras vidas. Y también, claro, a los compañeros de entonces que ya no están entre nosotros.





viernes, 8 de abril de 2016

ACTOS EN EL CEMENTERIO DE LA ALMUDENA EN MEMORIA DE DON ANTONIO

Nuestro compañero Paco González, de la promoción de 1.965, nos permite reproducir este artículo que han publicado en el blog de esta citada promoción: 

http://ramirodemaeztu1965.blogspot.com.es/


...Por Paco González 


Cementerio de la Almudena, 4 de abril de 2016


Nosotros ya sabíamos que cincuenta años pasan rápido. Teníamos lo suficientemente próxima la fecha de nuestra celebración en el Ramiro como para olvidar algo que, en cualquier caso, resulta obvio a medida que avanza la vida.
Sin embargo, creo que ninguno éramos del todo conscientes de la cercanía de las dos fechas: la del final del Ramiro y el de don Antonio Magariños.
Hablo, claro, en sentido figurado, pues ni uno ni otro han terminado más que en su contacto directo con una experiencia vital (la nuestra), que nos marcó de forma tan notable.
Don Antonio y el Ramiro estaban (están) indisolublemente unidos. Fue nuestra promoción la última que salió del Instituto estando él y, aunque parezca muy fuerte decirlo, todo aquello que habíamos vivido durante tantos años (algunos doce o trece) ya nunca volvería a ser igual. Ese binomio que parecía eterno, se deshizo.
La tumba de don Antonio Magariños en el cementerio de Nuestra Señora de la Almudena






















No quisimos saber lo que pasó después. Volver pronto era como regresar a un lugar en el que nunca habíamos estado. Las casualidades, a veces, condicionan muchos aspectos de la vida.
Cuando don Antonio murió dejó huérfano al Ramiro. Y ayer, 4 de abril de 2016, se cumplieron cincuenta años de aquel tremendo suceso.
Su corazón estaba agotado por el inmenso ritmo al que había sido sometido por quien creía en la bondad, la honradez, la entrega y la justicia por encima de cualquier otra cosa. Incluso por encima de su propia salud. Don Antonio Magariños lo entregó todo, nos lo entregó todo.

Álvaro Martínez-Novillo reflexiona, próximo a don Antonio








Llovía. Llovía mucho en una mañana de abril en la que parecía que don Antonio, desde su privilegiada posición sobre las nubes, quería renunciar al imprescindible acto de agradecimiento de sus discípulos. Ya sabemos que él nunca quiso distinciones ni honores. No los necesitaba. Los llevaba dentro, eran una parte sustancial de su patrimonio como hombre bueno y justo. Pero allí estuvieron sus alumnos. El honor era para quienes tuvieron la suerte de poder estar con él, junto a su tumba, en la que también descansan sus padres y su esposa, doña Pilar.
Manolo Gómez protege de la lluvia la lectura de Francisco Brändle
Fueron momentos de especial emoción.
Martín Almagro, hermano mayor de nuestro compañero de curso, pronunció unas intensas palabras que todos hicimos nuestras por su verdad y profundo sentimiento. Luego fue Javier Mendoza quien habló, incluyendo en su emotivo discurso unas poéticas reflexiones de Antonio Machado, muy apropiadas al momento y de gran belleza en sí mismas.
Francisco Brändle fue el responsable, con su entrañable buen hacer habitual, de la expresión religiosa de un instante que permanecerá imborrable en la memoria de todos los asistentes.

Martín Almagro nos habla, emocionado, de la 'auctoritas' (prestigio y sabiduría) de don Antonio



El director del Instituto (Jesús Almaraz) y la secretaria (Cristina Domínguez) estuvieron presentes y ella fue quien depositó un ramo de flores sobre la lápida. Junto a estas flores, Javier Mendoza tuvo el bonito detalle de colocar una camiseta de nuestra promoción y el listado completo de cuantos formamos parte de ella, con lo que bien podemos decir que todos hemos estado presentes. Una bufanda del Estudiantes completó el conjunto de lo ofrecido simbólicamente.

Javier Mendoza y Felipe Samarán (59), detrás, la secretaria del Instituto











Antes de terminar el acto, se leyó el contenido de un 'Sobre y Carta' que los alumnos de don Antonio habíamos escrito a sus padres y que, asimismo, fue entregado junto con todo lo demás.
No tenemos el texto de Martín Almagro, pero sí los otros dos, que reproducimos a continuación.
Lo que dijo Javier Mendoza frente a la tumba de don Antonio:



Hablando con Dios de don Antonio,  lo apropiado es escuchar, y si hay que decir, decir poco y bueno.



Y de hacerlo, hacerlo con palabras veraces, sencillas, esenciales. Lo intento, escuchando lo que me sopla Antonio Machado, que está hablando de Giner de los Rios, su maestro, al recordarle.


Me dice: 
–No sé, amigos, mas cantar no puedo, que se ha dormido la voz en mi garganta y tiene el corazón un salmo quedo, que ya solo reza el corazón, no canta.

No es verdad del todo, pues si se fue hace cincuenta años, pensamos que se nos fue hacia la luz. Jamás creeremos en su muerte, que solo pasan para siempre los  muertos y las sombras y no es el caso.

Don Antonio fue un hombre incapaz de mentir e incapaz de callar la verdad, nunca pretendía herir o denigrar al prójimo, sino mejorarle. Carecía de vanidades, pero no de orgullo. Era austero, sencillo. Convencido de ser, desdeñaba el aparentar. Era un místico, pero no contemplativo y extático, sino laborioso y activo. Tenía el alma fundadora de Teresa de Ávila y de Íñigo de Loyola, y se adueñaba de los espíritus, los nuestros, por la libertad y el amor. ¿Qué imán invisible tiene su alma, tan fuerte y tan pura, que todavía atrae y de qué manera?. Creyó en la ciencia estimulando el alma, para que lo enseñado y aprendido fuera pensado y vivido. No una rama, o una flor... o una fruta, sino una semilla que ha de germinar, florecer y madurar en las almas. Porque pensaba y actuaba así, hizo tantos maestros como discípulos tuvo.

Sí, el corazón reza, pero tiene motivos para cantar y lo hace, un tanto desgarrado, pero lo hace.

Vuelvo a Machado que habla a Dios así:
–Señor, me cansa la vida, tengo la garganta ronca de gritar sobre los mares, la voz de la mar me asorda. Señor, me cansa la vida y el universo me ahoga. Señor, me dejaste solo, solo con el mar a solas. O tú o yo, jugando estamos al escondite, Señor, o la voz con que te llamo, ¿es tu voz? Por todas partes te busco sin encontrarte jamás, y en todas partes te encuentro, solo por irte a buscar.

Y yo digo ahora:
–Señor, gracias por don Antonio y encuéntranos, como hiciste con él.

Javier Mendoza lee ante la tumba de don Antonio

El 'Sobre y Carta' dirigido a los padres de don Antonio dice así:

Querido don Antonio:

Sus alumnos nos vemos hoy obligados a romper con una inveterada costumbre del Instituto y, esta vez, somos nosotros quienes escribimos un ‘Sobre y Carta’.

Va dirigido, como es lo habitual, a sus padres, don Manuel Magariños y doña Ignacia García, quienes comparten morada con usted bajo esta blanca lápida. Pero, quebrando otra norma de los viejos tiempos del Ramiro, incluimos también, como destinataria, a su esposa, doña Pilar Ramón, que tanta responsabilidad tiene en todo lo que usted hizo por nosotros.

En este ‘Sobre y Carta’ que les enviamos, contamos a sus padres (quienes se ausentaron de este mundo sin llegar a saber que su hijo se convertiría en el alma de la más notable institución de enseñanza media de España) que él fue, precisamente, quien nos enseñó, con su ejemplo, a apreciar el valor de la palabra y de la razón como armas supremas en la lucha por la justicia. Y que las dos están muy por encima de cualquier otro método con el que se busque el reconocimiento de la autoridad o la virtud. Una autoridad y una virtud que, lo sabemos por experiencia, en unos son innatas y, en la mayoría, usurpadas en su origen y adulteradas en su aplicación.

Nosotros, sus alumnos, somos unos privilegiados, don Antonio. Por eso estamos aquí. Porque usted nos dio, con absoluta generosidad y gran sabiduría (sin exigir, a cambio, nada más que el aprecio por la dignidad, el respeto y la lealtad), tantas cosas buenas que hoy, en esta mañana de primavera, tras medio siglo echando de menos su presencia y sus enseñanzas, hemos querido venir a recordar juntos estos versos del poeta latino Horacio que, sin duda, fueron escritos, premonitoriamente, para usted:

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Sin dardos ni azagaya va seguro
el hombre justo y bueno
que, libre de culpa y de maldad ajeno,
mantiene su fervor íntegro y puro...

Su fervor por todos nosotros, don Antonio. Y su fervor por la honradez y la verdad.
Reciba eternamente nuestro infinito cariño,

Los alumnos del Ramiro de Maeztu

Paco González leyendo el 'Sobre y Carta' dirigido a los señores Magariños






A nuestra promoción, por las circunstancias que hemos comentado más arriba, le correspondía tomar la iniciativa del homenaje a don Antonio Magariños y ha sido una enorme satisfacción comprobar el cariño con el que todos han respondido a nuestra propuesta. Les damos las gracias por hacerlo, mientras insistimos (nunca nos cansaremos de hacerlo) en reiterar un infinito agradecimiento hacia quien fue el gran maestro de cuantos pasamos por aquel Ramiro de Maeztu que tanto queremos.

Más de treinta discípulos de don Antonio, de varias promociones del Ramiro, estuvieron en la Almudena

martes, 5 de abril de 2016

CELEBRACIONES EN HONOR DE DON ANTONIO MAGARIÑOS EN EL 50 ANIVERSARIO DE SU FALLECIMIENTO

...Por Manolo Rincón.


El día 4 de abril de 2.016 amaneció lluvioso en Madrid. Muchos ex alumnos del Ramiro teníamos ese día bien señalado en la agenda. Nuestro querido Jefe de Estudios había fallecido 50 años atrás confortado con los santos sacramentos que el Padre Granda, Director Espiritual del Instituto le administró.

Un grupo de antiguos alumnos, a los cuales hay que agradecer su disposición y su buen hacer, habían preparado dos actos solemnes para esta ocasión.

En primer lugar, en el Cementerio de la Almudena se le ofreció un homenaje floral. Previamente dos integrantes de la Promoción 65 habían reconstruido su tumba en este cementerio, otro gran detalle de generosidad y amor a la figura de D. Antonio, que les honra.
El mal tiempo no impidió que nos concentrásemos 35 personas a las 12 para escuchar las lecturas que se hicieron sobre nuestro Jefe de Estudios y dejar un ramo de flores en su tumba, junto una bufanda del Estudiantes y una camiseta del Ramiro. Acto muy emotivo para todos los asistentes. Hay que agradecer al actual Director y a la Secretaria del Instituto su asistencia al Acto. Recordamos a aquel hombre singular que tanto cariño y dedicación ofreció al Instituto a lo largo de los 26 años que estuvo trabajando en él y que tan firmes valores supo infundirnos.





Por la tarde a las 7 y media, un nutrido grupo de personas nos dimos cita en la Iglesia del Espíritu Santo.

Muchos recuerdos nos trae esa maravillosa Iglesia: El Padre Granda, el Padre Cuellar, el Padre Gabino, el Padre Mindán, el Padre Ignacio… todos nos administraron allí los sacramentos y dirigieron las distintas celebraciones religiosas en los años que allí pasamos. Pero también el reencuentro con antiguos compañeros que han acudido masivamente al Acto de recuerdo a nuestro Maestro, en muchos aspectos de la vida, D. Antonio.

La ceremonia la oficiaron dos sacerdotes, antiguos alumnos. Las oraciones, más una pequeña semblanza las ofrecimos antiguos alumnos. Los oficiantes recordaron a D. Antonio, su generosa entrega y el poder de convocatoria que tenía cincuenta años después.








Una ceremonia cargada de emoción, amor y recuerdo al Profesor desaparecido.

El Coro Aldebarán nos ofreció unas delicadas interpretaciones entre las que se ha de destacar el Ave María de Schubert.

Terminamos la celebración con una interpretación en el magnífico órgano de la Iglesia, de la Tocata y Fuga de Juan Sebastián Bach, que me recordó al Padre Ignacio.

Se repartieron copias del recordatorio original del funeral que se celebró a su muerte.

Creo que desde donde esté D. Antonio habrá visto que su sacrificio no fue en vano y que sus enseñanzas han calado en la mayoría de los que fuimos alumnos suyos. Sus semillas germinaron y dieron abundante fruto.

Como recuerdo personal me viene su imagen a las 12 del medio día finalizado el recreo, cuando en muchas ocasiones nos dirigía la breve oración del ángelus en su querido Latín.

“Oremus: Gratiam tuam quæsumus, Domine, mentibus nostris infunde; ut qui, angelo nuntiante, Christi Filii tui Incarnationem cognovimus, per passionem eius et crucem, ad resurrectionis gloriam perducamur.

Per eumdem Christum Dominum nostrum. Amen”.

Descanse en paz.



EN MEMORIA DE DON ANTONIO

...Por ALFONSO ANDÉRIZ





"Hoy hace 50 años que acudí por ultima vez a casa de Don Antonio.
Más de una vez había estado allí antes, algunas pasando a merendar cuando Don Antonio Magariños entraba en la sala de estudios del "Hispanomarroqui" y me veía a mi cumpliendo el "castigo de 6 a 9" que me había impuesto a lo largo de esa semana por alguna falta, novillos, etc. en que me hubiera pescado. Y, tras merendar invitado (creo recordar unas veces  un pequeño bocadillo de queso con membrillo, otras de jamón de York o mortadela) me levantaba el castigo a la media hora del comienzo y me sugería que me portase mejor.  Alguna otra vez, cuando invitaba a  algunos alumnos al encontrárselos por el Ramiro jugando al baloncesto una tarde de domingo, esa vez sin el previo castigo del 6 a 9.
Pero ese día de hace 50 años del que escribo al principio, fui acompañando a compañeros antiguos alumnos del Ramiro, ya con la carrera terminada, a rendirle ante su capilla ardiente un emocionado homenaje lleno de tristeza y de gratitud por todo lo que había representado para nosotros y lo bien que nos había enseñado y educado."

Alfonso Andériz Cebrián, prom 1959 y 60.


domingo, 3 de abril de 2016

EN EL 50 ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE D. ANTONIO MAGARIÑOS

... Por Manolo Rincón.




Hoy hace medio siglo que nos dejó para siempre un hombre comprometido con sus ideas, con sus alumnos, con su Instituto y con la disciplina, D. Antonio.

Por ello, como un sencillo homenaje, escribo estas líneas para recordarle y para que los que no le conocieron puedan saber algo más de él.

D. Antonio, como yo siempre le llamé, se me viene a la memoria como una persona muy seria, recta, trabajadora y que nunca deseaba ni homenajes o prebendas, ni distinciones.

Al recordarle, hay que enmarcarle en su época y así podemos comprender mejor cuál fue su filosofía vital. Pertenecía a esa clase de personas que siempre se guiaba por sus convicciones, que eran profundamente católicas, dado que su formación básica venía de los años pasados en el Seminario. En aquel entonces esta formación se veía como algo muy positivo para un educador.

A sus características personales, antes esbozadas, se unía su erudición en Latín y siendo ésta una asignatura básica en los planes de estudios de los años 40, no es de extrañar que se le reclamase para hacerse cargo de la Cátedra del Instituto.

La primera directiva del Centro apreció enseguida la disposición de D. Antonio hacia el trabajo, que era uno de los motores de su vida, por lo que le fue encargando distintos cometidos, diferentes a su actividad pedagógica en la Cátedra.

Primero ocuparse de la dirección del internado, donde pasó a vivir con su mujer, Dª Pilar y en el que nacieron sus hijos. Después, la Jefatura de Estudios del Instituto, cargo de gran relevancia en el equipo directivo.

D. Antonio asumió estos trabajos añadidos con gran vocación y dedicándoles tiempo de su vida personal sin regatear ni horas ni esfuerzos.

Mis recuerdos me lo presentan en su faceta de educador, como una persona con gran autoridad moral, a la cual era imposible tratar de mentir o engañar. Desde temprana hora de la mañana vigilaba la entrada al Instituto, después de la gimnasia matutina. Luego, al final del recreo, cuando regresábamos a clase a los compases de la marcha de Schubert, siempre le veíamos atento al orden y el silencio.

He de referirme a dos de sus principales características, grabadas en el imaginario colectivo de los estudiantes de la época. La mirada al reloj para lograr inmediatamente un asombroso silencio unido a una perfecta formación de los alumnos. Después la frase “Sobre y Carta”, con lo cual quien recibía ese mensaje sabía que había hecho algo mal y debía de presentarse con ambas cosas en la Jefatura de Estudios (pequeño despacho en la planta segunda), para que el padre o tutor tuviese conocimiento del hecho.

Todos recordamos su silbato para avisar el final del recreo. También le caracterizaba un megáfono que finalmente fue electrónicamente amplificado, con las “nuevas tecnologías” y el llamarle “Quo Vadis”, pues solía decirte al verte fuera de formación “¿A dónde vas?”.

Pero no conforme con el trabajo que desarrollaba, se había planteado mayores retos personales para su Instituto. Al ver que los alumnos internos disponían de mucho tiempo libre, sabemos que barajó diferentes deportes a  introducir en el Centro para conseguir hacer cierto el proverbio “Mens sana in corpore sano”. Al final, se decidió por el baloncesto y fue poco a poco logrando que en el recinto del Centro hubiese canchas y que se organizasen pequeños campeonatos de baloncesto entre las distintas clases.

Al darse cuenta de que este deporte prendía rápidamente en los alumnos y que la directiva lo apoyaba totalmente, en su mente se forjó la idea de crear un equipo estable para ir a competiciones extraescolares.

Bautizó a este equipo como “El Estudiantes” y pronto con ayuda de todos, incluidos padres de alumnos, logró que fuese una realidad en el año 1.948. Parece ser que intentó que el nombre fuese el del Instituto, pero la ley no lo permitía, por lo que dijo, todos somos estudiantes y de ahí el nombre. Fue su primer Presidente. La planta que él sembró ha dado muchos frutos y es otro de sus grandes logros por el cual se le recuerda.



Pero tanta y tan variada actividad no le impidió cultivar su amado Latín, preparando algunas obras y artículos como este libro sobre Cicerón, que fue utilizado como libro de texto.





No es de extrañar que se le distinguiese con la Cruz de Alfonso X El Sabio.

Su preocupación social se centró en que pudiesen estudiar quienes, por diferentes motivos no podían asistir a las clases diurnas, creando el Bachillerato de Estudios Nocturnos del Instituto, del que fue  Director y donde muchos trabajadores pudieron estudiarlo, al tiempo que atendían a sus obligaciones laborales.

Esta gran actividad tuvo un precio, su corazón empezó a resentirse. Con gran pena hubo de dejar la Jefatura de Estudios y la Presidencia de El Estudiantes y dedicarse únicamente a la Cátedra.
No faltó ni un solo día a clase, hasta que el 4 de abril de 1.966 su corazón no pudo más.



Detrás quedaban más de 25 años de labor profesional, educativa y deportiva. Siete hijos y miles de alumnos que recibieron de sus manos formación y entusiasmo. Es totalmente coherente como homenaje, que de manera inmediata, se pusiera la primera piedra al polideportivo que hoy lleva su nombre.

En la lejanía de este medio siglo su figura se agranda como un gran maestro en todos los órdenes de la vida, tanto para aquellos que le conocimos, como los más jóvenes a los que hemos tratado de transmitir sus valores.

Hemos rescatado (Rosa María y yo), todos los vestigios de su vida laboral en el Ramiro y podéis consultarlos en esta dirección:

http://amagarinos.blogspot.com.es/2014/12/d.html








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